De globos aerostáticos, espías, Julio Verne y periodismo.

 

HB Opinión
Por: Héctor Briseño
Acapulco, Gro., (5/Feb/2023).
Julio Verne (1828-1905) respeta al periodismo y a los periodistas, al menos eso denota en textos que he tenido oportunidad de leer.
En consecuencia, yo respeto y tengo en estimación a Julio Verne.
Es un sentimiento espontáneo, más allá del respeto y admiración genuina y tal vez fortuita que siento por escritores como Frederick Forsyth, John Steinbeck  o Joseph Conrad.
En tiempos de globos aerostáticos que (presuntamente) hacen labores de espionaje, es inevitable recordar al escritor francés y su estimación por los periodistas.
La esperanza viene a mí, al menos por mecanismo de goteo.
“Leal y valiente”.
En Los forzadores del bloqueo (1865), la misión consiste en navegar en un veloz buque inglés, El Delfín, a través del Atlántico, para rescatar a un prestigiado periodista, todo ello en medio de la
guerra de secesión de los Estados Unidos.
Míster Halliburtt es enemigo de la esclavitud, descrito como “leal y valiente periodista; uno de los más dignos redactores de La Tribune”.
“Héroe de lo inédito…de lo imposible”.
En La isla misteriosa (1874-75), uno de los tripulantes del globo aerostático que sucumbe ante las inclemencias del océano y la naturaleza, es un atrevido periodista, llamado, por si fuera poco, Gedeón, apellidado Spillett, de las filas del New York Herald, “de la raza de esos admirables cronistas…que no retroceden delante de nada para obtener información exacta y transmitirla a su periódico en los más breves momentos”, y “un verdadero héroe de la curiosidad de la información, de lo inédito, de lo desconocido, de lo imposible”.
Mención aparte merece La vuelta al mundo en 80 días (1872-1873), los recuerdos de Cantinflas en el filme de 1956 junto a David Niven, o la historieta del viaje a bordo de un globo aerostático, paradójicamente,  presentada por Bruguera.
La sensación de victoria al culminar una tarea antes del tiempo predeterminado gracias a las leyes de la física y la rotación de la tierra, me llenan de satisfacción tal, que en más de una ocasión me he apoderado del triunfo de los personajes como si fuera propio.
A bordo del Nautilus.
Recuerdo el consejo de Edgar, escritor acapulqueño y buen amigo: “Loco, te recomiendo que leas más libros de ficción, y si puedes más a Julio Verne”. No sé si lo recuerde, pero llené un estante de varias ediciones del creador de Veinte mil leguas de viaje submarino.
Sin dudarlo, sin titubeos, como reportero me gustaría entrevistar al capitán Nemo.
Sin olvidar La Jornada de un periodista en el año 2889 (1889), que por cierto, ¡acabo de encontrar en internet!, luego de infructuosas búsquedas en librerías de “prestigio”.
Adelantado a su época, Verne nos muestra un mundo idealizado, futurista, pero con valores, tan actual porque los sentimientos del hombre, más bien la especie humana (para no traicionar los principios del género), son tan vigentes y constantes.
La lucha de Verdad contra Certeza.
La esperanza renace, no porque muchos de los avances tecnológicos que Verne describía se han cumplido, sino porque en ellos también sobrevive el respeto por el periodismo, más allá de estereotipos, medios, maravillas tecnológicas, que no representan per se un ascenso en nivel de calidad, sí muestran el valor de la búsqueda de la verdad y espíritu del periodista aventurero, intrépido, sagaz, auténtico, comprometido con las causas justas, factores que al igual que las herramientas descritas por Verne con décadas de anticipación, seguro existen por ahí, o permanecen y persisten en la realidad,  con su debida evolución, de ahí la certidumbre en el presente y el futuro, al igual que las máquinas soñadas algún día por el prolífico autor de De la tierra a la luna (1865), entre otras obras.

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